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No hablar por no ofender

Las salidas de tono de Risto Mejide, son bien conocidas por todos. No es preciso enumerarlas ahora una tras otra y añadir así más mofa, más humillación y más dolor a quienes tienen la desgracia de ser víctimas propiciatorias de su vocabulario -aparentemente espontáneo, aunque quizás bien estudiado-, generalmente y de manera más notoria, quienes aspiran a ocupar uno de las más importantes puestos en las listas de ventas de discos de este país, más conocidos como ‘triunfitos’.

«La fama cuesta», que decían en aquella popular serie de tv, donde los profesores eran verdaderamente severos, aunque cuando la ocasión lo requería, dejaban entrever sus cualidades humanas, entre ellas la comprensión… A Evaristo Mejide se le suponen también esas cualidades, aunque hasta ahora, que yo me haya dado cuenta, no las ha demostrado ante las cámaras con los concursantes de OT.

Es verdad que la fama hay que ganársela con sangre, sudor y lágrimas, pero para los concursantes del popular concurso, ya no es suficiente con aprender técnicas vocales, coreográficas y demás, que en definitiva, es lo que deberían aprender los aspirantes a dicha fama. No. ahora además, deben sufrir los improperios de este jurado implacable que gusta de adornar su crítica, en muchos casos probablemente acertada, con improperios que fuera de la academia no se atrevería a decirle a nadie en la cara, so pena de que la partieran la suya.
Las cámaras de tv son un buen escudo y los humillados concursantes unos buenos destinatarios para sus dardos envenenados, al fin y al cabo, qué otra cosa pueden hacer sino aguantarlos si quieren seguir adelante… Por eso los concursantes, deben aprender también a poner cara de póker cuando reciben esas lindezas.
Sería bueno, que las cámaras pudieran mostrarnos, además de sus rostros, los colores de su temperatura corporal en las vísceras y en el cerebro, mientras escuchan estas críticas. Quizás veríamos cómo el rojo intenso, el de la furia desaforada, prevalece sobre los otros.

Que sepan cuantos aspiren a concursar en ese programa (o en los que vengan, si está este señor entre los miembros del jurado), que también deberán sufrir de forma estoica el escarnio de este publicista que hasta hace poco, sólo era conocido en su casa a la hora de comer, o sea, por aquellos que se movían en su círculo de amigos, familiares o de trabajo. Quizás, después de todo, aunque la fama tenga un precio no valga la pena pagarlo con una humillación semejante.

Sería bueno que la Organización de OT introdujera en el formato del programa una novedad que le daría bastante morbo: permitir que los concursantes, por mayoría, tuvieran la oportunidad de nominar y expulsar de la Academia a aquellos jurados que no les cayeran bien. Ya está muy visto que en concursos de esta índole, los concursantes sólo se puedan expulsar entre ellos. Así ellos, los alumnos, también nos enseñarían algo. Que la fama cuesta. Y que para ganársela, a veces es mejor no hablar por no ofender.

Con mi agradecimiento

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