Te plantas ante mí con el ceño fruncido y el rostro contraído en un rictus furioso, los ojos despidiendo llamaradas que amenazan con incendiar cuanto se cruce en tu camino… Me miras fijamente como si esperaras que yo dijera algo, pero yo me limito a devolverte la mirada en silencio, mientras aguardo a que me cuentes de una vez qué es lo que origina ese ataque de ira que amenaza con reventar las venas de tu cuello, incapaces de dar fluidez al recorrido de tu sangre, seguramente espesa por lo que quiera que sea que te ocurre y que, eso espero, tarde o temprano me contarás porque para eso estás frente mí.
Me dispongo a escucharte con atención, porque algo en mi interior me dice que lo que tengas que contarme, será importante. De otra forma, no tendrías el semblante grave y hosco.
Por fin explotas y comienzas a contarme lo que te pasa… En 2008 se celebró un macroconcierto en Madrid en el que cantaron de forma altruista entre otros, Miguel Bosé, Andy y Lucas, Rosa, Pitingo y David DeMaría. Era un espectáculo a beneficio de tres organizaciones integradas por familias afectadas por ‘enfermedades raras’ -la Asociación de Afectados de Neurofibromatosis, la Asociación Española contra la Leucodistrofia y la Asociación de Esclerosis Tuberosa- que esperaban recaudar fondos para la lucha contra estas enfermedades, pero que no solo no consiguieron beneficios sino que tuvieron pérdidas…
Haces una pausa y me miras a la espera de un comentario por mi parte que no llega, porque prefiero que continúes y me digas finalmente lo que te ha ofendido tanto.
…Pero lo triste -prosigues- no es solamente que los organizadores tuvieran pérdidas con el concierto, – estallas-, sino que la Sociedad General de Autores y Editores, la omnipresente SGAE, a la que nos encontramos hasta en la sopa, la que entrará un día en nuestro cuarto de baño para cobrarnos derechos de autor por la cancioncilla que destrozamos mientras nos afeitamos, se había desplazado expresamente al concierto para verificar el número de entradas vendidas y por supuesto para cobrar…
Llegado a este punto, la ira que amenaza con provocarte un infarto, se abre camino por tu boca en forma de grito que me hace dar un respingo en la silla.
…¡Y no satisfechos con el dineral que se llevan todos los días con el dichoso canon que tenemos que pagar por el cd en que guardamos nuestras fotos, ¡que son nuestras!, se permitieron la desvergüenza de cobrarles 3.300 euros a los organizadores del concierto, cuando ni siquiera los cantantes habían cobrado…!
Ahora lo comprendo.
Mientras noto una náusea que amenaza con escaparse de la garganta, recuerdo el titular de una noticia similar que hablaba de que la SGAE cobró 5.600 euros de un concierto benéfico en el que actuó David Bisbal con el propósito de salvar la vida de un niño almeriense de seis años afectado del Síndrome de Alexander y cuyo cuidado requiere de un carísimo tratamiento.
Recuerdo también haber leído que la SGAE cobra derechos de autor de casi 800 conciertos benéficos al año.
Estamos en sus manos –te digo al fin, agotado por tanta avaricia legal- y nada podemos hacer, porque el Gobierno está de su parte, como ha demostrado en repetidas ocasiones. Y aunque no es la primera vez que, como en ese concierto del niño almeriense, ante la polémica, la SGAE ha reembolsado el dinero cobrado en un acto benéfico, su afán recaudatorio ha quedado más que demostrado.
Así se le indigeste todo dinero recaudado en acontecimientos humanitarios que sólo persiguen el bienestar de las personas… -Murmuras, mientras te alejas soltando entre dientes unas cuantas imprecaciones-.
Y yo, no sé por qué, me acuerdo de aquella frase del abogado y político estadounidense George Graham Vest “el perro es el mejor amigo del hombre”.
Paradójico.
El mejor amigo del hombre, ¿no debería de ser el hombre?
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