Sé a qué te refieres cuando dices, con un amago de tristeza en la voz, que nos estamos deshumanizando. Y añado que, además, también nos estamos desprofesionalizando. Y si malo es lo uno, no lo es menos lo otro.
Con lo primero, nos quedamos vacíos al perder la esencia de lo que nos hace únicos. Con lo segundo, nos volvemos incompetentes para desempeñar el cargo por el que nos pagan, las más de las veces, harto más que bien.
Levantas una ceja y me invitas a que me explique. Te cuento que hace poco, hablaba con una señora mayor a la que dicté una combinación de 20 dígitos que ella anotó de dos en dos, al parecer sin problemas. Cuando le pedí que me los repitiera para comprobar que no se había equivocado, me dijo que eso no podría hacerlo porque es completamente ciega.
La señora vive, parece que sus últimos años, en uno de esos centros de la zona más altiva de Barcelona. Es un lugar al que pido información que me envían literalmente en estos términos:
“…son plazas residenciales en habitaciones dobles y individuales, todas exteriores, con vistas panorámicas, aire acondicionado con termostato individual, televisión con digital Plus, conexión a Internet, teléfono, armario individual con llave, baño geriátrico adaptado, camas articuladas …” “…Las tarifas dependen del tipo de habitación (…) y del tipo de dependencia del residente (válido o asistido). Son desde 2.700 euros hasta 3200 euros (IVA 7% no incluido).” “Estancias temporales o permanentes. Recuperaciones y rehabilitaciones de fracturas. Periodos vacacionales. Respiro familiar”.
Cuentan además con “Personal sanitario con cobertura 24 horas, fisioterapia y rehabilitación, soporte personal y familiar, Trabajador Social, valoración geriátrica individual, programas de estimulación cognitiva, terapia ocupacional y animación, área médica asistida, (…) servicio religioso (capilla), cocina propia, desayuno en habitación, cafetería (con terraza en el porche y acceso a la zona ajardinada), servicio de lavandería, visitas programadas fuera del centro, amplios jardines y terraza solárium, zona de petanca, quiosco de prensa, parking propio, Centro de Día (…)”
En fin, el Paraíso en la Tierra. Pero la señora, que no puede ver y que está pagando entre 2.700 y 3.200 Euros (se supone que al mes) más el 7% de IVA, vuelve a ponerse al teléfono (que ha dejado para buscar ayuda) para decirme que no hay nadie que pueda confirmarme por ella, que lo que ha anotado es lo correcto.
En un centro profesional y especializado, a las 12 del mediodía, NO HAY NADIE que ayude a una invidente a leer un papel.
En cualquier calle del mundo, a cualquier hora del día, una persona ciega pide ayuda para cruzar una calle, bajar unas escaleras, leer un rótulo… Y hay cola por atenderla. Y gratis. Eso es Humanidad, que afortunadamente todavía queda.
Ni te cuento lo que me alegra comprobar que no estás del todo en lo cierto. A esta mujer, que paga una fortuna cada mes (y eso que la paga), nadie la ayuda. ¿Ves a qué me refiero cuando digo que hay un alto grado de incompetencia en algunos mal llamados profesionales? Supongo que te quedas con las ganas de que te diga el nombre de ese paraíso…
¡Para qué! ¡Si fuera uno solo…!
En lugar de eso, te digo que hay muchos más centros en los que esta mujer no habría sufrido ese abandono. Pero como la semilla de la célebre parábola, ha tenido la mala suerte de caer en terreno yermo. De aquí no recogerá cosecha alguna. Lo siento por ella y por todas las personas que como ella, sufren todos los días eso que la publicidad enviada por el centro define como “respiro familiar”.
Apunte (24 horas más tarde): La señora me vuelve a llamar y me pone al habla con una mujer que me repite la numeración de veinte dígitos…
Tal vez fuera por su persistencia en reclamar ayuda, pero, ¿ves como todavía queda alguien que tiene humanidad y profesionalidad al mismo tiempo?
Aún queda un resquicio para la esperanza.
* * *
Directorio:
Pascua On Line 2.1
Un Mundo En Blanco y Negro
Encuentros En La Blogsfera
Reflexiones Desde La Calma
Siempre Nos Quedará El Amor