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Café, tostadas… y mucha imaginación

Llevamos unas horas reunidos, como acostumbramos cada primero de mes, conversando sobre todo aquello que nos ayuda a afianzar más sólidamente si cabe, nuestra amistad sin paliativos.

El encuentro se produce temprano, para que así podamos estirar más el día.
Tras el desayuno, consistente en zumo para los dos, café para ti y capuccino para mí, y tostadas a las que tú untas de mantequilla y mermelada, y a las que yo baño generosamente con un aceite de oliva virgen extra que es más verde que la oliva del que se extrajo, le damos un repaso a la prensa de igual manera que hacemos por separado a diario, con la excepción de que hoy estamos juntos.

Iniciar un debate no es nada complicado cuando durante la conversación se va hilvanando el tejido del que se compondrá.

Has estado desmenuzando en los últimos minutos los contenidos de los noticiarios, especialmente los televisivos, y uno de los que aparecen con cada vez mayor frecuencia, me incita a «entrar al trapo», tomando así la iniciativa.
—Hay escenas a las que es difícil sustraerse. Las protestas de chicas que se manifiestan con el torso desnudo y que acaban literalmente en manos de los policías, que sudan por contenerlas no sé si tanto por el esfuerzo físico o por el puramente sexual, me deja siempre la duda sobre si algún agente podrá finalmente resistir la tentación de tocar esos objetos de deseo, generalmente tapados, que en esas ocasiones tienen tan visibles… y tan «a mano». ¿Tú qué crees?
—A veces me lo he preguntado —esbozas una sutil sonrisa mientras respondes mi pregunta— y creo que he llegado a la misma conclusión que tú. Supongo que en ocasiones será inevitable, ya que debe de resultar bastante complicado retener a una persona exasperada, si no lleva puesta una prenda que pueda ayudar a la sujeción.
—¿No deberían ser agentes femeninos quienes se ocupasen de esas delicadas labores de contención de las manifestantes desnudas?
—Pues así debería ser, porque no teniendo las chicas en las protestas más armas que las de mujer, una policía del mismo sexo podría arreglárselas estupendamente para detenerla.
—¿Coincides conmigo entonces en que no hay manifestante «más peligroso» que una activista desnuda cuando los policías son hombres?
—¡Por completo! Coger a una mujer desnuda cuando docenas de ojos y cámaras te contemplan, evitando mirar y tocar donde no debes, al menos en público, es un asunto delicado. Sin duda.
—Sobre todo si los agentes masculinos ya están comprometidos… o casados.
—¡Ja, ja, ja…! Sí… La escena de la pareja esperándole en casa con el rodillo en la mano, es lo más gráfico que se me ocurre.

Durante unos minutos nos entregamos a ese sano y reconfortante placer que produce la risa. Que te hayas levantado del asiento, mientras enarbolas sobre la cabeza un imaginario rodillo de amasar con el que persigues a un también imaginario policía, ha contribuido, y mucho, a liberar nuestras ganas de reír.

Para ayudarte un poco, voy lanzando disculpas del tipo «La cosa no fue como parece…», «Yo no quería, pero con el sudor de la chica se me resbalaron las manos…», «Las tenía tan cerca y eran tan… tan…», «¿Qué querías que hiciera… si casi me las puso en la cara…?» Y para rematar, «¿Habrías preferido que me marchase, para que mi sargento me metiera después un puro…?»

Ha sido al decir esto último cuando te has parado en seco y, soltando el rodillo amasador, te has doblado mientras te sujetabas el vientre incapaz de contener tanta risa, que escapaba como un vendaval imparable. Solo ha faltado que te revolcases por el suelo.

Tras un largo tiempo de risas desbocadas, hemos optado por no hablar de nada y prepararnos otro café, que hemos tomado sin mirarnos por miedo a pintar las paredes de negro si la risa nos volvía a acometer teniendo la boca llena.

Después ha venido ese entreacto en el que basta una mirada para recordar por qué nos reíamos y durante el que hemos sido nuevamente, víctimas hilarantes de una situación bien fácil de imaginar en alguno de los hogares de esos policías.

Nos ha hecho falta mucha fuerza de voluntad, mucho más rato todavía de conversación intrascendente, interrumpida con frecuencia por nuevas risas, para volver a recuperar la calma… No del todo absoluta. Será preciso más tiempo, y seguro que no podremos dejar de reír unas cuantas veces más al recordarlo. La de hoy ha sido una de esas situaciones que te asalta en la cama al día siguiente, dándote los buenos días.

Rompiendo el silencio de nuevo, pero ya no con risas descontroladas, decides volver a la actualidad más candente con el personaje central objeto de una nueva crítica a TVE, que decidió no incluirlo en su programa ‘Informe Semanal’.

—¿Recuerdas la peineta de Luis Bárcenas a la prensa?
—¡Claro! ¿Cómo olvidarla, si parecía que nos la estaba dirigiendo a todos?
—Es interesante la forma en que la realidad se burla a veces de algunos, situándoles en el lugar en el que debían estar desde hace tiempo.
—¿Te refieres a la cárcel?
—En este caso concreto, desde luego. La mofa que parecía hacernos a todos este señor cada vez que plantaba su rostro de caradura ante una cámara, estaba pidiendo a gritos un serio correctivo.
—Por ello es más que probable que el juez que le ha enviado a prisión, haya sido premiado con más de un aplauso desde la mayor parte de los hogares.
—Incluyendo los de los miembros del Partido Popular, que quizás nunca hayan deseado tanto tener a uno de los suyos entre rejas.
—Pues seguro estoy también de que no serán ellos quienes le lleven tabaco y chocolate mientras esté encerrado…
—Puedes apostar a que no, amigo mío; estar cerca de él ahora es exponerse a acabar contaminado por la sospecha.


Luis Bárcenas, extesorero y exgerente del Partido Popular

Leí ayer una interesante iniciativa de un municipio español, tendente a suavizar un poco las angustias de algunos de sus ciudadanos, y como me parece un asunto bastante amigable procedente de una provincia donde alguno de sus dirigentes también ha medrado todo lo que ha podido, lo comparto contigo.

—¿Sabes dónde está Cabanes?
—Creo que es un pueblo de Castellón, ¿no…?
—…Y cuyo expresidente de la Diputación de la provincia será juzgado por tráfico de influencias el 2 de octubre. Pues bien: el Ayuntamiento de ese pueblo ha puesto en marcha una resolución para que las familias ahogadas por la crisis, puedan compensar los impuestos con trabajos en favor de la comunidad.
—¿Y tiene muchos habitantes en situación de emergencia?
—Según leí ayer, Cabanes tiene unos 3.000 habitantes de los que la mayoría son gente mayor; unas 251 personas están paro y presumiblemente, serán los mejores candidatos a recibir ese gran respiro.
—No les solventará todos los problemas, pero sí les ayudará a tragar una bocanada de aire fresco. Bien por el alcalde y regidores.
—Cabanes tiene alcaldesa: Estrella Borrás. Y fíjate: los tres grupos políticos en el Ayuntamiento son PP, PSOE y Units Pel Poble-Compromís, pero han sido capaces de llegar al consenso. Para complementar las ayudas, además, los Servicios Sociales municipales y los centros educativos, trabajarán para que los hijos de las familias más necesitadas puedan tener garantizada una comida al día.
—Supongo que esas medidas no se pueden tomar en poblaciones más grandes…
—Yo también creo que esas cosas no se harán nunca en grandes núcleos… Perderían mucho dinero.
—Una vez más, los pequeños vuelven a enseñarnos cómo hacer bien las cosas. Un aplauso para los gobernantes de Cabanes.

Y de mutuo acuerdo nos lanzamos con una sonrisa complacida, a un gran aplauso hacia esos hombres y mujeres del pequeño pueblo castellonense, que impregnados de la desesperación de algunos de sus convecinos, han optado por dar un paso al frente y ayudarles de la mejor forma que han podido, demostrándonos de nuevo que no hay empresa imposible que no se pueda acometer si se unen la voluntad, la ilusión y la fuerza.

Con mi agradecimiento

* * *

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