—Hay algo de fascinante en este primer día de septiembre, que no suele darse en otros días del año, ¿no te parece? —Tu pregunta me fuerza a reflexionar en ello y no tardo mucho en llegar a la misma conclusión, aunque quizás no por los mismos motivos. Sin embargo, decido responderte con otra pregunta.
—¿Por qué crees eso?
—Al contrario de lo que pensaba cuando era más joven, considero que la vuelta a la rutina tras tantos días de asueto es como recuperar algo perdido. Yo llevaba ya bastantes días echándolo de menos…
—¿Es que no lo has pasado bien?
—¡Al contrario! El descanso me ha resultado muy beneficioso y me ha permitido recuperar las energías de nuevo, pero añoraba «pelearme» con los problemas que van surgiendo a diario; hace que sienta la vida en toda su plenitud y lo más importante: que me sienta útil al resolverlos.
—¡Vaya! No te pareces a esas personas que cuando les preguntan por el final de sus vacaciones, suelen responder «se acabó lo bueno; ahora toca volver al trabajo…», cosa que dicen como con un cierto hastío.
—Deberían considerar lo afortunados que son por tener un trabajo esperándoles al término de su descanso, al no ser ricos para vivir unas vacaciones permanentes.
—Supongo que lo poco satisfechos que estén con lo que hacen para ganarse el sustento tendrá mucho que ver con sus palabras…
—¡Seguro! Pero no siempre podemos trabajar en lo que nos gustaría, así que toca amoldarse porque no están las cosas como para ser muy quisquillosos.
—Y si además deben entendérselas con un superior dispuesto a amargarles la existencia…
—Gente así la hay en todas partes, incluso entre tus vecinos, pero no puedes estar cambiando de piso cada vez que te las tienes que ver con un espécimen así.
—Celebro entonces que estés disfrutando con el inicio de este nuevo mes. Mi sensación hoy, cerrado el paréntesis vacacional, es muy similar a la tuya. Volver a pensar en todo lo que entraña este mes, como el colegio y los libros, pone en forma de nuevo mis neuronas (junto con la cartera) y hace que sienta lo gratificante de la lucha diaria, como tú decías antes.
—Hablando de libros… ¿Qué te parece lo del asalto reciente a un centro comercial por parte de un sindicato andaluz para robar libros y material escolar?
—Pues lo primero que me parece es que no deberíamos ni siquiera considerar en robar cosas así, porque tendrían que ser gratuitas en la enseñanza obligatoria; pero también me sorprende que los sindicalistas hayan sabido qué libros robar, porque yo llevo ya unos cuantos años teniendo que comprarlos en el colegio, «sí o sí», ya que no es que este me facilite mucho encontrarlos en otro sitio para que pueda comparar los precios al menos… Y claro, ni pensar siquiera en que cualquier libro pueda ser válido, puesto que todos los alumnos del aula los han de tener iguales. A ver si va a resultar que en Andalucía cada educando puede llevar a clase el libro que le dé la real gana o bien utilizan una especie de Enciclopedia Álvarez para todos…
—¡Hmm! La Enciclopedia Álvarez… ¡Qué tiempos aquellos, que como las oscuras golondrinas ya no volverán…! ¡Oye! Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ¿no te parece un poco farisaico que el PSOE esté pidiendo explicaciones permanentes al PP por el asunto Bárcenas, y no las exija y difunda con la misma celeridad en todo lo relacionado con el affaire de dineros públicos justificados con facturas falsas por UGT Andalucía?
—Yo no me sorprendo ya por nada. Ni por eso, ni por el mangoneo en la trama de los ERE, porque tú y yo ya sabemos que las fuerzas políticas tienen como única misión intentar barrer bajo las alfombras de los oponentes, mientras ocultan bajo las suyas sus propias tropelías; en eso no son muy diferentes Rubalcaba y Rajoy. Ni Cándido Méndez, que según veo ha decidido esconderse hasta que escampe…
—¡Cierto! Yo tampoco le he visto la barba en estos días y eso que la tiene bien poblada…
—Alguien me decía hace poco, que para tapar su gran rostro.
—En cuanto a Rajoy, al que comparabas antes con Rubalcaba, tendría que dar una buena patada en ese lugar donde la espalda pierde su honesto nombre, al/la «lumbreras» que ordenó que formatearan y destrozaran los discos duros de los ordenadores de Bárcenas después de que la policía entrara en la sede del PP.
—Sí, porque la verdad es que si alguien dudaba de lo que afirmaba el extesorero en cuanto a la contabilidad B, no tendrá ya más remedio que reconocer que mucho de cierto debe haber en sus palabras, para que el PP haya realizado ese destrozo amparándose en la Ley de Protección de Datos… ¡Pero bueno! Ya buscarán un chivo expiatorio al que responsabilizar de haber actuado por su cuenta y sin conocimiento previo de la Dirección General.
—En todo caso no sería muy inteligente debido a que Carlos Floriano está justificando ese proceder, lo cual les hace parecer bastante culpables.
—Creo que ese acto por sí solo, confirma sin paliativos la culpabilidad del PP, que si no hubiera tenido nada que esconder hubiera puesto a buen recaudo los discos para que el juez pudiera disponer de ellos. Luego Sáenz de Santamaría dirá en las ruedas de prensa que el Gobierno colabora en todo con la Justicia y que no comenta las decisiones de los partidos, pero el suyo ha quedado retratado para la posteridad.
—Lo olvidaremos cuando se destape un nuevo escándalo…
—Desgraciadamente. ¡Así nos va!
—Lo importante, como no se cansa de repetir el presidente, es que la prima de riesgo ha bajado, se está creando empleo y por tanto, «nada ni nadie nos va a distraer».
—¡Estupendo entonces! Patente de corso para que el partido que sustenta el Gobierno realice todos los chanchullos que quiera, con la seguridad de que su mayoría absoluta neutralizará en el Parlamento cualquier iniciativa que pretenda investigar a fondo…
—…Y se le echa la culpa a la prensa, que tiene una fijación enfermiza por destapar sus trapos sucios…
—…Que otro sector de la prensa diluirá todo lo que pueda activando el ventilador y salpicando a los demás con sus propias miserias, que no son pocas precisamente, porque de estas todos tenemos unas cuantas.
—He leído que Bárcenas está muy sorprendido por el borrado de los discos duros, porque contenía información muy relevante.
—¿Y qué esperaba, que la guardaran para cavarse su propia tumba política? Espero que ya que ha iniciado una cacería de tal envergadura, tuviera la previsión de guardar copias de seguridad de lo que han borrado y las deje en manos del juez, como hizo Diego Torres con los correos de Urdangarín, en previsión de posibles eventualidades como esta.
—No me sorprendería nada, de lo contrario me decepcionaría bastante.
—Te propongo que dejemos a los políticos con sus sempiternas tropelías y nos vayamos a comer para celebrar este primer día de curso, que tenías tantas ganas de comenzar. Durante la comida seguimos hablando.
—Vale. Pero que no sea sino de nosotros y nuestras acabadas vacaciones.
Sellamos el pacto con un fuerte abrazo, por la alegría de este nuevo encuentro que hoy tiene algo más de especial, al producirse tras un período en el que tantas personas no habrán podido volver de sus vacaciones.
La jornada se prolongará unas cuantas horas más y podremos resarcirnos felizmente con las anécdotas que hayamos vivido en este tiempo de descanso, igual que harán los niños en el colegio con sus compañeros dentro de pocos días más.
Ahora es tiempo de preparar de manera feliz nuestro «regreso a las aulas».
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